El frío es un factor de riesgo que debemos tener en cuenta para garantizar el bienestar de los trabajadores. Actividades como las desarrolladas en cámara frigoríficas, al aire libre, en altura o en agua incrementan los riesgos y por tanto los posibles daños para la salud.

El estrés térmico es la consecuencia de una pérdida de calor excesiva. Esa pérdida es la responsable de que sintamos frío, pero no es solo una sensación, sino que nuestro cuerpo sufre consecuencias físicas y psicológicas cuando nos exponemos a temperaturas no confortables.

El frío es un factor de riesgo para la salud.

Muchas actividades implican la exposición a bajas temperaturas.

El enfriamiento puede ser general, una pérdida general de temperatura, o localizado, cuyo mayor grado de incidencia se localiza en las extremidades.

Factores

Pero, ¿qué nos provoca el estrés térmico? El elemento fundamental es la temperatura exterior, pero no es el único. El viento o el contacto con superficies frías pueden provocar el conocido como estrés térmico. Además, factores como la actividad sedentaria y la humedad son claves para analizar el nivel del riesgo al que estamos sometidos.

El cuerpo humano, en condiciones normales, mantiene una temperatura de alrededor los 37 grados. Cuando ésta desciende, activa una serie de medidas para regular el desequilibrio entre la temperatura exterior e interior. Así, se produce una vasoconstricción cutánea, que impide la pérdida de calor a través de la piel, pero también reduce el riego sanguíneo. La típica tiritona es una medida de autoprotección que busca generar calor a partir de los movimientos musculares.

Este intercambio térmico se activa cuando las temperatura exterior se encuentra por debajo de los 20 grados, pero cuando el mercurio desciende de los 15 grados la sensación de disconfort térmico comienza a provocar efectos en el cuerpo humano si la exposición es prolongada. Eso sí esta es inferior a 5 grados, el riesgo es inmediato.

Lesiones

Además de problemas respiratorios y cardiovasculares (agravados si existe patologías previas), el frío es un factor de riesgo que implica muchas otras cosas cuando no se toman las medidas de protección adecuadas.

Si son localizadas, se denominan congelación y en su grado más leve suponen una disfunción vascular y celular. Pero en su grado más extremo pueden suponer una congelación profunda de la piel, se forman cristales en su interior, y sin la atención adecuada los efectos pueden ser irreversibles.

Trabajar sin la protección adecuada puede poner en riesgo la salud.

Hipotermia

Cuando la exposición al frío provoca un descenso de la temperatura corporal por debajo de los 35 grados se denomina hipotermia. Esta bajada supone no solo problemas motrices o sensación de frío, sino también psicológicos. El enfriamiento provoca un aumento de la confusión mental y alteraciones del juicio. Por tanto, a la dificultad para ejecutar movimientos o actividades se une una pérdida de raciocinio que aumenta el nivel de riesgo en cualquier actividad. Pensemos en un montañero que intenta escalar: no es capaz de rendir físicamente y tampoco puede analizar una situación comprometida para tomar las decisiones adecuadas.

En los casos de hipotermia, es necesaria la intervención de personas externas al afectado ya que este no se sirve por sí mismo. Así, es clave interrumpir la exposición al frío y comenzar la recuperación. En los casos más graves la hipotermia deriva en inconsciencia, parálisis y reducción de las funciones cardiorespiratorias.

Incluso, si la temperatura corporal está por debajo de los 28 grados el riesgo de muerte es real

Prevención

El frío es inevitable en muchas actividades y por tanto saber generar barreras para evitar el estrés térmico es clave. Tomar conciencia de que el frío es un factor de riesgo permite realizar un análisis de los trabajos que se desarrollan a bajas temperaturas. Así, la temperatura no implica los mismos riesgos para una persona que trabaja frente a un ordenador en un muelle de carga, que para el operario que está descargando y tiene una actividad física.

Por tanto, planificar la actividad a desarrollar es fundamental, en primer lugar para identificar las particularidades y también para poder organizar el tiempo de exposición al frío de los diferentes trabajadores. Para ello, es fundamental, contar con la opinión de los diferentes agentes relacionados con el proceso productivo.

En caso de que la exposición sea a temperaturas extremadamente frías, es recomendable fomentar el trabajo en equipo. De ese modo, en caso de hipotermia, pérdida de consciencia o de habilidades, siempre existirá una persona que pueda realizar los primeros auxilios, para ello es necesaria la formación.

Por supuesto, el dotar a los trabajadores de sistemas de protección adecuados es fundamental. Igual que existen arneses para trabajos en altura, o cascos que protegen de impactos, en muchas actividades es necesaria la ropa de abrigo. Esta debe ser adecuada a cada actividad, que garantice la seguridad (evitar, por ejemplo enganchones), pero también la movilidad. Por tanto ha de ser ergonómica para de esa manera evitar posibles TME.

Por último, siempre que sea necesario, se han de incorporar puntos de calor externo que permitan reducir la exposición a temperaturas extremas y que favorezcan la sensación de bienestar.